Cada vez más cosas tienen su día. Desde un territorio, una comida, una expresión facial o hasta un útil de escritura…
Hace un par de semanas comenzamos un alegato a favor de la tónica, una reivindicación de la acompañante de la ginebra que hoy continuamos.
Como comentamos, la elección de una tónica adecuada que vaya en consonancia con la ginebra es algo prácticamente imprescindible si queremos disfrutar plenamente de un gin gonic.
Puede que si no somos demasiado duchos en la materia o no tengamos demasiado claro lo que queremos exactamente, nos encontremos desorientados a la hora de elegir y combinar, así pues, en esta segunda entrega de "La tónica también importa", vamos a esgrimir algunas nociones previas al meollo del asunto…

En primer lugar, lo más importante: debemos saber y decidir qué sabor es el que deseamos. Si somos conservadores y nuestro gin tonic es el de toda la vida, el gin tonic a la antigua usanza, sin duda el sabor debe ser más o menos neutro, pero con un toque amargo.
Ahí entrarán en juego ginebras y tónicas puras, o lo que es lo mismo, equilibradas y con pocos artificios.
Si en cambio, nuestro deseo es que el gin tonic que vayamos a tomar tenga personalidad más allá de lo clásico, sabor más allá de los cánones, el abanico de posibilidades que se abre ante nosotros es inmenso. Combinados frescos, más herbales, más frutales… exóticos también y “diferentes” en general.
En este caso, tanto la elección de la ginebra como de la tónica ya es más compleja y requiere de cierto análisis que dejaremos para una próxima entrega de “La tónica también importa”.
Es muy importante la tonica y por ello nada mejor que tener unas cuantas tonicas para darle el toque perfecto al gin-tonic.
Hay tonicas que van con las ginebras secas y otras con las aromaticas